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COMO CAMUFLAR LOS ANILLOS
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COMO CAMUFLAR LOS ANILLOS
En numerosas ocasiones sucede que después de anillar una nidada en la que teníamos puestas grandes esperanzas, han aparecido los polluelos tirados en el fondo de la jaula, muertos o helados de frío. A veces llegamos a tiempo y podemos calentar el polluelo en el hueco de las manos y conseguir salvarle la vida. Otras, desgraciadamente, la escena es más desagradable y vemos que a los polluelos literalmente le han arrancado la pata donde le habíamos colocado la anilla. ¿A qué es debido esto? Sencillamente al afán de la hembra por mantener el nido limpio y pulcro.
El instinto le dicta a la hembra que el nido debe estar siempre lo más limpio posible, sobre todo en los primeros días de vida de los polluelos, en los cuales no llegan a defecar al borde del nido. Por eso la hembra se afana en retirar todos los excrementos generados por los pequeños, que de lo contrario se acumularían en el fondo del nido y darían lugar a la proliferación de bacterias con el lógico peligro para la salud de los pequeños. Así, observamos que durante los primeros 6 o 7 días de vida de los polluelos, en el nido no hay ningún excremento. A partir de entonces los pequeños alcanzan a defecar al borde del nido, y la hembra deja paulatinamente de retirar los excrementos, que ahora se acumulan en el borde. Pasados unos días más, los polluelos son capaces de lanzar sus deposiciones directamente fuera del nido, al suelo.
Nuestro problema radica en que el momento idóneo para colocar las anillas se sitúa en el periodo en el que la hembra todavía limpia el nido. Al devolver los polluelos anillados a su madre, ésta ve un objeto extraño, brillante y llamativo en la pata de sus pequeños. Y su instinto le dice que dicho elemento extraño debe desaparecer del nido. Al intentar arrojarlo fuera, puede arrastrar con él al polluelo. O peor aún, si la hembra es extremadamente hacendosa para limpiar el nido, puede arrancar la pata al pequeño.
Este comportamiento no es demasiado habitual en las canarias (aunque siempre hay excepciones: hemos sido testigos en más de una ocasión cómo canarias mataron a todos sus pequeños al intentar quitarles la anilla), pero sí es más común en hembras de fauna europea y exóticas. Es por ello que se hace necesario tomar alguna medida o precaución para conseguir que las anillas pasen “desapercibidas” para la hembra o por lo menos que no despierten en ella una fiebre incontrolable por hacerlas desaparecer del nido. Esto se consigue mediante el camuflaje de las anillas.
Existen diversos métodos y técnicas para conseguir tal fin, como por ejemplo pintar las anillas, tiznarlas, etc. Pero a mí, el método que mejor me ha ido y con el cual no he tenido casi ningún problema (y digo casi porque siempre hay excepciones), es camuflar las anillas con esparadrapo o tiritas de color carne.
Por su sencillez y buenos resultados recomiendo este método a todos los aficionados. Sólo es necesario un poco de esparadrapo (o tiritas), unas tijeras que corten bien, y una pequeña dosis de destreza y paciencia.
El primer paso es cortar unos trozos del mismo ancho de las anillas, y aproximadamente de 1,5-2 cm de longitud. No deben quedarse cortos para que lleguen a tapar la totalidad de la anilla y tampoco deben ser demasiado largos para evitar así que den demasiadas vueltas alrededor de la anilla y hagan que el grosor del conjunto sea excesivo.
Ahora, con la oportuna paciencia, vamos enrollando y a la vez pegando las tiras previamente cortadas, alrededor de las anillas. Hay que intentar que el pegado sea recto desde el principio, ya que si no al final tendremos incómodos picos que si doblamos hacia el interior de la anilla pueden molestar a la hora de anillar los polluelos o si los doblamos hacia el exterior pueden incrementar peligrosamente el grosor del conjunto.
La diferencia entre una anilla camuflada y otra sin manipulación es sustancial, lo que nos da idea de cómo aquella pasará mucho más desapercibida para la hembra y las posibilidades de que ésta intente despojar al polluelo de su seña de identidad serán mucho menores.
Es un procedimiento un tanto trabajoso, y que precisa de bastante paciencia (sobre todo para los que anillen muchos pájaros), pero ese tiempo que dediquemos a camuflar las anillas, nos puede ahorrar un sin fin de disgustos y problemas, que, a posteriori, tienen mucha más difícil solución.
El instinto le dicta a la hembra que el nido debe estar siempre lo más limpio posible, sobre todo en los primeros días de vida de los polluelos, en los cuales no llegan a defecar al borde del nido. Por eso la hembra se afana en retirar todos los excrementos generados por los pequeños, que de lo contrario se acumularían en el fondo del nido y darían lugar a la proliferación de bacterias con el lógico peligro para la salud de los pequeños. Así, observamos que durante los primeros 6 o 7 días de vida de los polluelos, en el nido no hay ningún excremento. A partir de entonces los pequeños alcanzan a defecar al borde del nido, y la hembra deja paulatinamente de retirar los excrementos, que ahora se acumulan en el borde. Pasados unos días más, los polluelos son capaces de lanzar sus deposiciones directamente fuera del nido, al suelo.
Nuestro problema radica en que el momento idóneo para colocar las anillas se sitúa en el periodo en el que la hembra todavía limpia el nido. Al devolver los polluelos anillados a su madre, ésta ve un objeto extraño, brillante y llamativo en la pata de sus pequeños. Y su instinto le dice que dicho elemento extraño debe desaparecer del nido. Al intentar arrojarlo fuera, puede arrastrar con él al polluelo. O peor aún, si la hembra es extremadamente hacendosa para limpiar el nido, puede arrancar la pata al pequeño.
Este comportamiento no es demasiado habitual en las canarias (aunque siempre hay excepciones: hemos sido testigos en más de una ocasión cómo canarias mataron a todos sus pequeños al intentar quitarles la anilla), pero sí es más común en hembras de fauna europea y exóticas. Es por ello que se hace necesario tomar alguna medida o precaución para conseguir que las anillas pasen “desapercibidas” para la hembra o por lo menos que no despierten en ella una fiebre incontrolable por hacerlas desaparecer del nido. Esto se consigue mediante el camuflaje de las anillas.
Existen diversos métodos y técnicas para conseguir tal fin, como por ejemplo pintar las anillas, tiznarlas, etc. Pero a mí, el método que mejor me ha ido y con el cual no he tenido casi ningún problema (y digo casi porque siempre hay excepciones), es camuflar las anillas con esparadrapo o tiritas de color carne.
Por su sencillez y buenos resultados recomiendo este método a todos los aficionados. Sólo es necesario un poco de esparadrapo (o tiritas), unas tijeras que corten bien, y una pequeña dosis de destreza y paciencia.
El primer paso es cortar unos trozos del mismo ancho de las anillas, y aproximadamente de 1,5-2 cm de longitud. No deben quedarse cortos para que lleguen a tapar la totalidad de la anilla y tampoco deben ser demasiado largos para evitar así que den demasiadas vueltas alrededor de la anilla y hagan que el grosor del conjunto sea excesivo.
Ahora, con la oportuna paciencia, vamos enrollando y a la vez pegando las tiras previamente cortadas, alrededor de las anillas. Hay que intentar que el pegado sea recto desde el principio, ya que si no al final tendremos incómodos picos que si doblamos hacia el interior de la anilla pueden molestar a la hora de anillar los polluelos o si los doblamos hacia el exterior pueden incrementar peligrosamente el grosor del conjunto.
La diferencia entre una anilla camuflada y otra sin manipulación es sustancial, lo que nos da idea de cómo aquella pasará mucho más desapercibida para la hembra y las posibilidades de que ésta intente despojar al polluelo de su seña de identidad serán mucho menores.
Es un procedimiento un tanto trabajoso, y que precisa de bastante paciencia (sobre todo para los que anillen muchos pájaros), pero ese tiempo que dediquemos a camuflar las anillas, nos puede ahorrar un sin fin de disgustos y problemas, que, a posteriori, tienen mucha más difícil solución.
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